jueves, 27 de febrero de 2020

Mercedes – Benz 260 D

El primero de la nueva era.

No fue el primero en ser construido, pero si fue el primer modelo de automóvil diesel que fue construido en “masa”. La fiabilidad de los motores diesel fueron suficiente para que la firma alemana de la estrella, apostara por los antiguos motores dirigidos a barcos y sobre todo a vehículos de carga. En 1936 nacía el Mercedes – Benz 260 D.
Fue en el mundo de las competiciones en el año 1931 en Indianápolis, cuando por primera vez se podía ver un motor diésel en un coche. Clessie Cummins utilizó esta fórmula quedando en decimosegunda posición. Misma fórmula se utilizó en el mismo año, pero esta vez en el otro lado del Atlántico, en el Rally Montecarlo. Con un Bentley con motor diesel Gardner 4LW logró una meritoria quinta posición en la general, y primera en la categoría de firmas británicas. Pero el 260D presentado en la International Automobile and Motorcycle Show en la convulsa Berlín de 1936 revolucionó el mercado del automóvil sin saberlo.
Clessie Cummins en Indianápolis.
La motorización del Mercedes – Benz 260 D tiene sus orígenes en una primera versión en 1933. Un seis cilindros de 3.8 litros, que generaba 80 CV. Tal potencia y cilindrada en una motorización tradicional era muy común, pero la arrogancia de Mercedes, resultó en un motor cuyas vibraciones no eran soportadas por ningún tipo de chasis. Por ello dos años más tarde, se redujeron el número de cilindros y potencia, hasta los más comedidos 2.6 litros en un motor cuatro cilindros.
Citroën Traction Avant 11 UD

Por las mismas fechas y esta vez en territorio francés, Citroën ofrecía la versión diésel de su modelo Citroën Traction Avant 11UD, e incluso Hispano – Suiza también tenía su versión diésel. En ambos casos las unidades montadas eran mínimas.

Costó años e pruebas pero el corazón del Mercedes – Benz 260 D ya estaba decidido. Sería – como ayuda a adivinar en su nombre – un 2.6 litros atmosférico de cuatro cilindros, el cual rebajaría de los 80 CV iniciales a los 45 CV.

Escasa potencia – repartida en una caja de cambios de tres marchas – y ante el objetivo de mover más de dos toneladas de peso, marcaba un consumo de 9 litros a los 100km. Aún así, era más de cuatro litros menos que su versión de gasolina, a pesar de tener una velocidad máxima de 90 km/h.
El problema de la escasa capacidad del depósito de diésel fue solventado con las primeras versiones, disponiendo de un nuevo depósito de hasta cincuenta litros.

Con esta capacidad junto con las mejoras de serie como los calentadores eléctricos, transmisión independiente, frenos hidráulicos de zapatas y ejes traseros abatibles, el Mercedes – Benz 260 D entregaba a su propietario la posibilidad de recorrer hasta 600 kilómetros.
Diseñado y elegido el corazón del 260D, era el turno de vestirlo. La carrocería más común fue la Pullman de seis plazas.

Más adelante surgió la versión Pullman Landaulet, con un techo ligeramente descapotable y un sedán convencional de cinco plazas. A pesar del traqueteo del motor, se adaptaron versiones descapotables.
La fiabilidad del motor, su consumo comedido entregaban una excelente opción a la hora de elegir herramienta de trabajo a los taxistas alemanas. El reducido precio del diésel hizo el resto, para que se popularizara en el Berlín de la preguerra.

De las cadenas de montaje alemanas, salieron exactamente 1.967 unidades. La Segunda Guerra Mundial no fue razón para detener su fabricación, ya que no fue hasta 1940 cuando se dejó de producir el Mercedes – Benz 260 D. En este punto las demandas militares eran prioritarias.

El 260D tiene la mala fama de ser el vehículo utlizado por la Gestapo y SS en como transporte oficial.

La fiabilidad de su motor, ha quedado patente en varias ocasiones. Como la que muestra el siguiente vídeo:


Fuente: diariomotor.com, ecured.cu, motorpasion.com, noticias.motorflash.com, mercedes-benz-publicarchive.com,...
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